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DOCTRINA

Escribir para las tablas es un oficio peculiar. Se abre una brecha grande entre eso que hemos hecho siempre –escribir para los ojos— y esto de escribir para la lengua y la oreja; entre eso de escribir para que nos lean individuos que manejan su propio tiempo de lectura… y esto de escribir para que nos presencien multitudes –grandes o pequeñas. Escribir para las tablas es algo tan nuevo y distinto que requiere un cambio de chip.  Y es a eso que aquí nos dedicamos.

Pedagógica

La doctrina pedagógica de EL VIVERO se basa en la representación del texto. El dramaturgo no escribe para ser leído sino para que su texto sea representado, y el autor teatral aprende a escribir buenos textos cuando presencia cómo es que vive en escena lo que puso sobre el papel, llegando a prever y explotar la inevitable diferencia que existe entre 1) su obra tal como yace en la página, 2) su obra tal como bulle en su cabeza, y 3) su obra tal como vive sobre el escenario. 

La doctrina teatral del VIVERO considera que la obra –el texto, el libreto— es el centro de la labor escénica. Sus directores, actores y diseñadores expresan la obra a través de sí mismos, no se expresan a sí mismos a través de la obra. Al mismo tiempo en el VIVERO el autor no es el dueño absoluto de la representación de su obra, sino parte principalísima de un conjunto de artistas empeñados todos en crear el mejor espectáculo posible dentro de las circunstancias dadas. Es por todo esto que el VIVERO DE DRAMATURGIA se apellida teatro de autor.

Teatral
Humana

La doctrina humana del VIVERO se basa en que los artistas no son extraídos de una seca y dura cantera sino surgidos de un fructífero vivero cuyas plantas, flores y frutos ameritan constante cuidado. Por ello, el VIVERO brinda precisa y específica atención a las necesidades creativas de sus autores, a las necesidades de desarrollo de sus obras y a las de su propio desarrollo. 

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